jueves, 11 de julio de 2013

¿Novela de género?


Es una cosa extraña, esto de los géneros. Como si pudiéramos diseccionar experiencias o historias y meterlas en cajas bien etiquetadas. Es verdad que una novela es puro artificio, así que puede estar todo lo acotada que se quiera; sin embargo, la ficción nos llama con más fuerza cuando funciona en diversos niveles.

No soy partidario de acotar las novelas en géneros más allá de una conveniencia editorial para las ventas. Hay autores orgullosos de escribir novela de género y aceptan las limitaciones de los que imponen la etiqueta: de género. Suena a parcial, a que esté llevada por un talento menor, por un impulso creativo que se corta las alas. Y no es así: he leído supuestas piezas de género que no podían ser contenidas en el nicho de una etiqueta, gracias a que los autores no se imponían estas limitaciones.

Esta opinión parece más acentuada en la llamada fantasía. Como si una novela pudiera dejar de ser fantástica. Y es que, no importa lo documentado y fiel a la realidad que se sea, el único escrito absolutamente realista sería una crónica que no pudiera separarse de lo que ocurre en la realidad objetiva, poco más que un documental. Cualquier novela con personajes inventados, con diálogos que no se han pronunciado, o que recoja los pensamientos de personajes históricos, todo es fantasía.

La novela no puede ser otra cosa.

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